domingo, 13 de noviembre de 2011

Joaquín Lavín y la educación privada

Los nuevos negocios del sector privado

Labores que antes estaban sólo reservadas al sector público, han comenzado a ser efectuadas con éxito por empresas privadas. Las Instituciones de Salud Previsional, más conocidas como Isapres, con un millón de beneficiarios, han generado una demanda por servicios de salud cubiertos por el sector privado. Las primeras cuadras de la calle Salvador, en Santiago, constituyen hoy un verdadero “barrio médico”, en el que en menos de medio kilómetro compiten entre sí laboratorios, clínicas dentales y centros de salud.
La previsión privada es una realidad para más de dos millones de afiliados a las Asociaciones de Fondos de Pensiones, AFP, y para cientos de jubilados y pensionados del nuevo sistema.
Entre otros, el sector privado también incursiona fuertemente en el campo de la educación, con la creación de numerosos colegios particulares y de 2.700 escuelas privadas subvencionadas por el Estado. Centros de formación técnica, institutos profesionales, y hasta universidades, constituyen hoy nuevas alternativas privadas para quienes terminan su educación escolar.  Se ha generado, incluso, una industria privada de apoyo a la educación, dedicada especialmente a crear programas computacionales para la enseñanza de las más diversas materias. (pp. 23-24)


Profesores - empresarios

Aunque el concepto puede parecemos poco familiar, educar niños y jóvenes universitarios es también una tarea de empresarios. La necesidad de otorgar alternativas a los jóvenes que egresan de la Enseñanza Media, de los cuales sólo una determinada proporción tiene acceso a estudios superiores en las universidades tradicionales, contribuyó a la transformación de muchos educadores en empresarios, los que establecieron colegios particulares, centros de formación técnica, institutos profesionales y hasta universidades.
De hecho, cada vez más familias chilenas tienen hijos estudiando en las universidades privadas Gabriela Mistral, Central o Diego Portales, y la proporción que estudia en la Universidad Católica o en la Universidad de Chile es cada vez menor. Los centros de formación técnica están constituyendo una solución para la vieja aspiración de dar a los jóvenes una especialidad que los capacite para entrar de lleno en el mundo laboral.
Paradojalmente, el gran auge de los profesores empresarios no está en la educación superior-en que existen aún importantes limitaciones- sino en las escuelas, liceos y colegios orientados a los niños de menores recursos. Incentivados por el mecanismo estatal que otorga una cantidad en dinero por cada alumno atendido diariamente, 2.700 escuelas particulares subvencionadas han surgido en los últimos cuatro años. La Sociedad de Instrucción Primaria, perteneciente a la Fundación Matte -creada por Claudio Matte con fines filantrópicos a fines del siglo pasado-, ocupa el primer lugar en el ranking del mercado educacional orientado a niños y jóvenes de menores recursos. Con 17 colegios, instalados en poblaciones como La Bandera y 19.646 alumnos, logró resultados que se comparan favorablemente con los colegios particulares pagados en la Prueba de Evaluación del Rendimiento Escolar -PER-, que se hizo a todos los niños chilenos en 1982, 1983 y 1984.
Las Escuelas Galvarino, pertenecientes a Filomena Narváez, con 16 colegios y 17.638 alumnos, ocupan el segundo lugar. Más atrás se ubica el matrimonio formado por Hugo Hormazábal y Gladys Calderón, propietarios de la cadena educacional H. C. Libertadores, con 17 escuelas y liceos, donde estudian 11.673 alumnos. Le siguen Elias Hasbún, con 5 escuelas y 5.659 alumnos, y la Fundación San José, encabezada por Dagoberto Barrales, propietaria de 2 colegios con 985 alumnos.


Prekinders y buses de acercamiento

Las escuelas particulares subvencionadas, en una despiadada competencia por atraer alumnos - los que pueden elegir entre los establecimientos de su barrio, incluyendo las escuelas administradas por municipalidades, y cambiarse, si lo estiman conveniente-, se han visto obligadas a ofrecer cada vez mejores servicios, e incluso a llevar a cabo sus propias campañas de marketing. En la Avenida Principal, de la comuna de Conchalí, los transeúntes se sorprenden al observar un gran mural propagandístico de un colegio, en el que aparece un grupo de niños operando un computador. El saber que sus hijos dispondrán de microcomputadores en la escuela, constituye una razón por la cual los padres podrían preferir matricularlos en ese establecimiento. Se ha detectado en diversas poblaciones que en esta competencia también influye el nombre del establecimiento -los padres prefieren que sus hijos estudien en uno que se llame “colegio” - y el tipo de uniforme. En los tradicionales desfiles del 21 de mayo en las comunas, las escuelas compiten con gorros distintivos, uniformes especiales y bandas coloridas.
La competencia por captar alumnos ha hecho que los estudios comiencen antes: pese a que no existe subsidio estatal para el prekinder, muchas escuelas han creado dichos cursos para incorporar a los hermanos menores de sus alumnos, e ir formando así un mercado ”cautivo “. Han aparecido también los buses de acercamiento. Como la asistencia es la medida por la cual el Estado cancela el subsidio, las escuelas han organizado sistemas de buses que, tal como en los colegios particulares del Barrio Alto, pasan a buscar a los niños en las mañanas y los van a dejar en las tardes.  En las poblaciones de Santiago ya no constituye una sorpresa observar los minibuses amarillos con el clásico letrero de “escolares”. La única diferencia, según Fernando Alvares, alcalde de Conchalí, está en que los minibuses escolares del Barrio Alto son de marca Volkswagen, mientras que en las pobla ciones de Conchalí los niños son pasados a buscar por los conocidos furgones Suzuki. (pp. 138-141)


Joaquín Lavín, actual ex Ministro de Educación de Chile.
“Chile revolución silenciosa”. Zig-Zag, Santiago de Chile, 1988. Quinta edición.

lunes, 24 de septiembre de 2007

[El Arte de Perderse]

[Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va errando como el crujir de ramas secas,]Estaba convencido que lo llevaban hacia el centro, ese último viraje había si¬do a la derecha, hacia el centro, sí. ¿O había sido a la iz¬quierda, por Simón Bolívar? [y las callejuelas de los barrios céntricos reflejarle las horas del día] Y ahora, ¿era izquierda o derecha? Simón Bolívar ¿y a lo mejor habían torcido en Pedro de Valdivia? ¿O habrían doblado en Salvador vi¬niendo desde Irarrázaval? [tan claramente como hondonadas del monte.] Mierda, ya no sabía. Luego unas vueltas como en círculo, ¿lo estarían haciendo a propósito estos conchas de su madre? [Este arte lo aprendí tarde,] Eso también lo sabía, se lo habían dicho, uno cree ubicarse, pero te des¬pistan, te marean, tranquilo, había que calmarse [«cumpliéndose así el sueño del que los laberintos sobre el papel secante de mis cuadernos fueron los primeros rastros]. Des¬pués los ruidos se amortiguan, un túnel, un estaciona¬miento. Se detienen, lo bajan, a empujones, que cami¬nara, cuidadito, baje las escaleras, ya, pasen por aquí nomás, voces desconocidas, quiere decir que no son las que les ha oído a sus captores, y otras voces, por aquí, si¬ga nomás, derechito, cuidado que hay escaleras de nue¬vo, pero suben, ya, así, siga nomás, siga, al fondo vuel¬ven a bajar, ya. Lo curioso es que esas voces le parecen amables, acogedoras. Y un detalle curioso, que había un tableteo de máquinas de escribir como ruido de fondo, taca taca taca tac, ¡ting! ¿Qué huevada tan rara, no? Di¬go hablándole al Claudio del espejo, allí en el Bar Boadas, en la calle Tallers, en Barcelona, España, veinte años después. Hemos bajado del terrado al atardecer, cruzado las Ramblas, para tomar un aperitivo en ese pequeño bar, rituales de uno. Dos cuarentones, él un poco más canoso, pero también más delgado que yo, tomando unas copas en la barra del Boadas. Nada tan extraño, di¬ce él, que en todas esas casas, hablando de los centros de detención de la policía política, en la calle Londres, en José Domingo Cañas, en Villa Grimaldi, había oficinas, quiere decir que también se hacía trabajo administrati¬vo, con mecanógrafas, secretarias, empleados, todo eso. O sea que taca, taca tac, ¡ting!, patada en el culo, que ca¬minara el huevón, que no lo habían traído de paseo, ta¬ca tac ¡ting!, golpe en la cabeza, ¿qué mierda?, cuidado con el mate, agáchate, taca tac ¡ting!, fierro helado.

(ELECTORAT, Mauricio: La Burla del tiempo, Barcelona, Seix Barral, 2004. pp. 290-291)

[BENJAMIN, Walter: Infancia en Berlín hacia 1900. Buenos Aires, Alfaguara, 1990 , p.15]

[Tiempo /Repetición del Naufragio]

«[Se ha dicho muchas veces lo “déja vù”. No sé si el término está bien escogido] Durante unos segundos, la superficie plomiza y ligeramente crespa absorbe los pensamientos de Nula, y en cada una de las olitas rigurosas, idénticas, en movimiento continuo [No se habla mejor de sucesos que nos afectan como eco cuya resonancia, que lo provoca, parece haber surgido, en algún momento de la sombra de la vida pasada?], que se yerguen formando un borde que, más que una curva, representaría con mayor precisión un ángulo obtuso [Resulta, además, que el choque con el que un instante entra en nuestra conciencia como algo ya vivido, nos asalta en forma de sonido.], le parece asistir a la manifestación visible del devenir [Es curioso que no se haya tratado todavía de descubrir la contrafigura de esta abstracción, es decir del choque con el que una palabra nos deja confusos, como una prenda olvidada en nuestra habitación]que, por exhibirse a veces en el acontecer a través de la repetición o de la inmovilidad engaño­sa [De la misma manera que ésta nos impulsa a sacar conclusiones a la desconocida, hay palabras o pausas que nos hacen sacar conclusiones respecto a la persona invisible:], le da a los sentidos toscos la ilusión de la estabilidad [Es una palabra, un susurro, una llamada que tiene el poder de atraernos desprevenidos a la fría tumba del pasado, cuya bóveda parece devolver el presente tan sólo como un eco]. (…) el mismo movimiento constante que la formó la va erosionando, haciéndola cambiar de tamaño, de forma, de lugar, y el ir y venir de la materia y de los mundos que hace y deshace, no es más, según él, que el fluir sin dirección ni objetivo, ni explicación conocida, del tiempo invisible que, silencioso, los atraviesa [me refiero al futuro que se dejó olvidado en nuestra casa].

—Fíjese como son todas iguales —dice.

Gutiérrez lo mira sorprendido.

—Las olitas —dice Nula—. Cada una de ellas, es la misma con­vulsión que se repite.

—La misma no —dice Gutiérrez, sin siquiera mirar la superficie del agua.»
(SAER, Juan José: La Grande. Buenos Aires, Seix Barral, 2005. pp.19-20)
[Benjamín, Walter: Infancia en Berlín hacia 1900. Buenos Aires, Alfaguara, 1990. p.45]

lunes, 6 de agosto de 2007

Cuando sali en LND

Poeta prepara libro “Locomoción colectiva” y enchula al nuevo sistema


Directo al matadero

Edson Pizarro vive en Puente Alto, se crió en Conchalí y estudia en el centro. Tiene 23 años, y los buses amarillos fueron su segunda casa. “La micro es un lugar que te obliga a escuchar”, dice.




Nación Domingo
Domingo 4 de marzo de 2007

Por Javier García

Desde 1985 que vive en Puente Alto. “Antes vivía en Conchalí, cerca del límite con Huechuraba. Después del cambio de casa, cuando íbamos a ver a los parientes, nos servía la 162 y últimamente la 100”, cuenta recordando los recorridos que a veces lo llevaban por 200 pesos.

Pizarro estudia Literatura en la Universidad de Chile y la enseñanza media la cursó en el Liceo A24 de Santiago. “Uno se tiene que acostumbrar a ir leyendo, ‘aprender’ a dormir, hacer tareas, porque es mucho tiempo en micro”, dice quien prepara un poemario titulado “Locomoción colectiva”, donde la fauna que se daba en el más popular medio de transporte, como vendedores de helados, enfermos terminales, ex presos y los famosos “sapos”, hablan a través de su inédito libro.

“Ahora se hace un casting para ver qué artistas se suben a las micros. Antes se veía de todo. En calle San Diego, una mujer pedía monedas con la cara quemada. En la Estación Central, un tipo tenía elefantiasis en las manos. Son cosas que oculta el nuevo sistema, los pobres, los cesantes, ex convictos, porque la micro es un lugar que te obliga a escuchar”, expresa con un discurso que ya se lo quisiera Iván Zamorano.

Pizarro camina como Pedro por su casa por las calles de la ciudad. “Ésas también las conozco por dentro”, comenta riéndose cuando pasa frente a una micro de Carabineros. Aparte de su observación en terreno, que lo seduce como tema poético, en estos últimos meses se ha dedicado a estudiar el análisis de discurso de la prensa escrita, a partir de este cambio radical en las arterias de la capital.

“Es bueno el cambio, pero al parecer se preocuparon primero de la imagen que del cómo operaría el sistema. Enchulando la micro, enchulando el sistema, enchulando Chile”, canta con el ritmo en el cuerpo.

COSMÉTICOS

“Un envase de jugo de naranjas/ oculto entre dos asientos./ Una botella de cerveza/ rueda por el pasillo”, escribe en “Locomoción colectiva”. Mientras, intenta desenredar la telaraña que divide la ciudad. “La fragmentación del nuevo sistema es con un fin comercial, porque cada lugar se divide por sectores socioeconómicos. Esto, respaldado con la tarjeta bip!, hace introducir a un sistema similar al que utilizan las grandes tiendas. Las micros actuales son como carros de supermercados, donde los productos somos nosotros mismos. No es por nada la comparación con las latas de sardinas y las vacas al matadero”, explica a la vez que busca la sombra en un edificio.

Ante su discurso no falta la pregunta pitonisa. ¿Y qué pasará con el Transantiago?: “Bueno, está empezando, pero hay que poner ojo en las concesionarias, porque luego viene el cobro por transbordo, y una posible alza del petróleo y, por ende, del pasaje”.

Y siguiendo con el enchulamiento, el poeta cree que las micros también se han travestido, refiriéndose a que “una pintada” te permite ser parte de la modernización. “No hay que ser moderno, sino parecerlo, y ahí está este sistema ligado a la cosmética, al maquillaje, como maneras de no quedarse debajo de la micro”, dice abriendo la boca y mostrando sus dientes con frenillos, que también poco a poco se enchulan. LCD


link


sep, ego ego ego

es la 2da vez q salgo en el diario, pero esta es una forma mas "decente"


que largo tenia el pelo...

tantas cosas han pasado


en fin, sigo prefiriendo el fotolog

miércoles, 27 de junio de 2007

El Capital en América Latina

La evolución económica de América Latina apunta, gradualmente, a la liberalización del mercado y a la privatización de la industria, incluso cultural. El capital señala y selecciona los elementos que ingresarán o no a la burbuja cultural latinoamericana. Poco a poco, la regulación del mercado por parte de los estados va perdiendo terreno, evidenciando el avance del “imperialismo norteamericano”, el cual no es otra cosa que un capitalismo globalizante[1]. Sin embargo, las sociedades de América Latina sólo terminan de ceder ante el impulso imperialista cuando comienzan a sucederse las dictaduras militares, las cuales, de manera violenta, se apropiarán de la cultura[2] y la libertad. «En América Latina la introducción de esta nueva etapa del ca­pital fue precisamente el papel epocal que jugaron las dictaduras. De nuevo, vale la pena recordar la frase de Eduardo Galeano: se torturó al pueblo para que los precios pudieran ser libres. Si la función de las dictaduras fue la instalación de la etapa posmoderna del capital, la tarea de la escritura en las postdictaduras posmodernas será necesariamente distinta a la de las postdictaduras anterio­res.»[3]. Como dice Avelar, hay que ver a las dictaduras como «instrumentos de de una transepocal del Estado al Mercado»[4]. Una descripción más positiva nos da Lavín: «Labores que antes estaban sólo reservadas al sector pú­blico, han comenzado a ser efectuadas con éxito por em­presas privadas. Las Instituciones de Salud Previsional, más conocidas como Isapres, con un millón de beneficiarios, han generado una demanda por servicios de salud cubiertos por el sector privado. Las primeras cuadras de la calle Salvador, en Santiago, constituyen hoy un verdadero "barrio médico", en el que en menos de medio kilómetro compiten entre sí labo­ratorios, clínicas dentales y centros de salud. La previsión privada es una realidad para más de dos millones de afiliados a las Asociaciones de Fondos de Pen­siones, AFP, y para cientos de jubilados y pensionados del nuevo sistema. Entre otros, el sector privado también incursiona fuerte­mente en el campo de la educación, con la creación de nume­rosos colegios particulares y de 2.700 escuelas privadas subvencionadas por el Estado. Centros de formación técnica, institutos profesionales, y hasta universidades, constituyen y nuevas alternativas privadas para quienes terminan su educación escolar. Se ha generado, incluso, una industria privada de apoyo a la educación, dedicada especialmente a crear programas computacionales para la enseñanza de las más diversas materias.»[5] En este sentido, hay un desplazamiento del ciudadano al consumidor[6], concreto en esta época posdictatorial[7].



[1] «En América Latina la globalización económica es percibida sobre dos escenarios: el de la apertura nacional exigida por el modelo neoliberal hegemónico, y el de la integración regional con que nuestros países buscan insertarse competitivamente en el nuevo mercado mundial. Ambos colocan a la “sociedad de mercado” como requisito de entrada a la “sociedad de la información”» (Martín Barbero, p.17)

[2] «En este caso se trata de la memoria fetichizada, en donde los hechos se nos exhiben como meros datos recordatorios, números, fechas, anécdotas. Es un proceso de mercantilización del discurso; los testimonios adquieren la forma de un objeto cuya observación sólo se permite en desconexión de la totalidad social que le dio origen. Su principal efecto es la trivialización del terror, convertir lo horroroso en banal.» (Azzali, p. 7) Así, «(...) la memoria del mercado pretende pensar el pasado en una operación sustitutiva sin restos. Es decir, concibe el pasado como tiempo vacío y homogéneo, y el presente como mera transición.» (Avelar, p.14)

[3] «[continuando la línea]El imperativo del duelo se impone ahora en un contexto en que la literatura se ha visto forzada a abandonar su papel moderna­mente privilegiado -la imaginación de una otredad no reificada, la redención de lo poético dentro del prosaísmo de la vida cotidiana alienada, el vislumbre de una epifanía redentora. La firma moder­na, una vez singular e inconfundible, se disuelve ahora en el anoni­mato o es barajada en la multiplicidad de firmas apócrifas. La em­presa misma de la literatura parece haber llegado, a partir de la crisis de esa relación constitutiva con el nombre propio que siem­pre le ha caracterizado, a una situación tendencial de guetoización irreversible. En este sentido, el duelo postdictatorial sería también un duelo por lo literario.» (Avelar, p.315)

[4] Avelar, p.22. «Estas transformaciones son consecuencia de tres factores principales: el dramático cambio experimentado por la eco­nomía mundial, que ha pasado en pocos años de la "era industrial" a la "era de la información", debido a un sorpren­dente desarrollo tecnológico; una política deliberada de inte­gración con el mundo, iniciada en 1975, que no echó sólo por tierra las barreras del comercio, sino que amplió el horizonte de los chilenos al otorgarles acceso a información, tecnología y bienes de consumo que hasta entonces sólo conocían por sus escasos viajes al exterior; y todo lo anterior, en un am­biente que ha favorecido la iniciativa individual, la creativi­dad, la innvación, la audacia y la capacidad empresarial» (Lavin, p.11)

[5] Lavin, p.23-24

[6] En una visión positiva del fenómeno, señala Lavín «La orientación hacia el cliente, propia de una economía de mercado competitiva, ha hecho que las Empresas tiendan fuertemente a otorgar un mejor servicio pensando en los diferentes gustos de cada consumidor, en facilidades de financiamiento y en ahorro de tiempo.

Hasta hace pocos años no era posible para un chileno cobrar un cheque en cualquier sucursal de su Banco, ni menos podía obtener fondos o efectuar depósitos los fines de semana. Ahora se efectúan 800.000 transacciones al mes en los 160 cajeros automáticos instalados en diferentes lugares del país.

Los supermercados han alcanzado un notable desarrollo, desplazando al "almacén de la esquina" en todos los niveles de la sociedad. Las comodidades son cada vez mayores: 5.000 familias santiaguinas, especialmente aquellas en que el marido y la esposa trabajan, hacen por teléfono sus compras semanales, las que son despachadas a cada hogar por la flota de camiones de Telemercados Europa. Loa servi­cios al cliente se sofistican cada vez más: en la boleta de los supermercados Almac, la dueña de casa puede leer con todo-detalle cuánto compró de cada producto, con sus respectivos precios. Los grandes mall, como el Parque Arauco o el Apumanque, reciben a más de un millón de personas todos los meses, y rivalizan por atraer clientes transformando el comprar en un verdadero paseo familiar de fin de semana. Paralelamente las tarjetas de crédito Visa, Diners, Master­Card o American Express ayudan al financiamiento de miles de familias, sistema que comenzaron a utilizar -con tarjetas de crédito propias- grandes establecimientos comerciales como Falabella, Almacenes París, Ripley, y otros.
Se puede viajar a Concepción, de noche, en buses-cama, con televisor, o con video-cassette, por un precio más bajo que el del viaje en tren, y es posible telefonear desde Panguipulli -ciudad sureña de 30.000 habitantes- a cualquier lugar del mundo a través de discado directo. ¿La revolución de los servicios?: Una realidad de la que ya disfruta el consumidor chileno.» (Lavín, p.22,23)

[7] «La alegoría es el tropo de lo imposible, ella necesariamente responde a una imposibilidad fundamental, un quiebre irrecuperable en la representación. Si una de nuestras premisas aquí es que la derrota histórica que representan los regímenes militares ha implicado también una derrota para la escritura literaria, se impone entonces la tarea de “hablar otroramente” (allos-agoreuein). Este “hablar otro” no se entiende aquí sólo como una mera búsqueda de formas alternativas de habla, sino también el hablar ‘del’ otro (en el doble sentido del genitivo), de responder a la llamada del otro. (En) la literatura postdictatorial habla al (el) otro. La alegorización tiene un lugar cuando aquello que es más familiar se revela como otro, cuando lo más habitual se interpreta como ruina, cuando se desentierra la pila de catástrofes pasadas, hasta entonces ocultas bajo la tormenta llamada “progreso”. Los documentos culturales más familiares devienen alegóricos una vez que los referimos a la barbarie que yace en su origen.» (Avelar, p. 316)

Zapping: La libertad del consumidor


«Otro espacio posible para un aporte de "la cultura" se encuentra en la referencia que se hizo, en esa misma ponencia, respecto de la libertad de la gente para elegir en el mercado electrónico de la televisión, por ejemplo. Si no caemos en el error grueso de confundir el zapping con la libertad, el control remoto del televisor con la autonomía de "aquello que todavía llamamos el alma", habría que reconocer que la gente elige desde algo, desde "lecturas" anteriores, desde conocimientos que permitan reconocer, discriminar: mientras más experiencias previas haya, mayor será la liber­tad de elegir: la posibilidad de la crítica tiene que ver con la comparación. La dimensión de la cultura que interesa, en relación con esta idea, no se proyecta al futuro, (…) sino al pasado. » (Valdés, p.117). Si bien las personas eligen, esta elección no correspondería, como dice Valdés, a lecturas anteriores, sino a una “memoria suplementaria” como se desprende de lo que señala Sarlo, donde la velocidad y el llenado total del tiempo son leyes no de la televisión como posibili­dad virtual sino de la televisión como productora de mercancías: «En todo esto se origina una forma de lectura y una forma de memoria: algunos fragmentos de ima­gen, los que logran fijarse con el peso de lo icónico, son reconocidos, recordados, citados; otros fragmen­tos son pasados por alto y se repiten infinitamente sin aburrir a nadie porque, en realidad, nadie los ve. Son imágenes de relleno, una marea gelatinosa don­de flotan, se hunden y emergen los iconos reconoci­bles, que necesitan de esa masa móvil de imágenes justamente para poder diferenciarse de ella, sor­prender y circular velozmente: las imágenes más atractivas necesitan de un "medio de contraste". Existen porque hay una infantería de imágenes que no se recuerdan pero pavimentan el camino. Las imágenes de relleno, cada vez más numerosas, no se advierten mientras existan las otras imágenes; cuan­do estas últimas comienzan a escasear, zapplng. To­do esto tarda más en escribirse que en suceder.» (Sarlo, p.66-67) Este cambio de la representación de la memoria se desprende en Terrero, quien señala: «En la actualidad asistimos a un sustantivo cambio del sistema técnico comunicacional, soporte de las actuales transformaciones económicas y culturales, y asistimos también a una masiva reorganización del conocimiento y las prácticas sociales. Las tecnologías, mecánicas coexisten con las nuevas tecnologías computarizadas que están cambiando nuevamente el estatuto de la visión, el lugar del observador y la naturaleza de la representación al permitir la producción digital de imágenes desvinculadas del observador y de un referente real. La representación en su acepción tradicional es el conocimiento de un objeto ausente sustituido por su imagen en la que el signo visible establece una relación con un referente real (el objeto representado y ausente). En el caso de las imágenes computarizadas desaparece la reproducción mediada de la "reali­dad" y aparece la posibilidad de creación de imágenes desvinculadas de un referente. En otro nivel, la pantalla televisiva es un escenario de convivencia de lo local y lo planetario en el que se visualizan territorios, personajes, situaciones, objetos -próximos y al mismo tiempo exóticos- y en el que se crean tramas imaginarias construidas en el marco de un sistema global de producción y consumo cultural.» (Terrero, p.212. El subrayado me pertenece) Lozano sostiene que estas nuevas formas de “lo televisual”, en su lógica de producción, consumo y ex/propiación genera nuevas prácticas de relacionarse y pone en cuestión muchos de los supuestos que las investigaciones de comunicación de masa sostienen: «El "modelo" de comunicación resulta pobremente equipado para li­diar con "sujetos" que cambian continuamente de posición, lite­ralmente con el control -"remoto"- de aquello que ven (véase Tülloch, 1989), con "mensajes" sin contenido contable, y con me­dios de comunicación que, ni median como un puente entre la realidad y la "gente", ni transmiten información de un lado a otro del mundo social. En términos generales, la búsqueda por el espacio de la recep­ción supone estos desplazamientos conceptuales:

-
De la audiencia homogénea a las audiencias plurales. La masa, la mayoría, está cediendo lugar a generalidades más minucio­sas y específicas. Las mayorías son muchas, los promedios son múltiples (depende de cuál segmento social, cuál tipo de con­sumidor estemos hablando). Las minorías (sexuales, genera­cionales, étnicas, sociales) son abordadas y representadas en los discursos de masas. La presencia de las "minorías masivas" y de las mayorías minoritarias cuestiona la existencia del "espec­tador promedio", del comú de la gen.t

- De la recepción como polaridad adquisitiva a la recepción como espacio de negociación, apropiación y producción de sentido.


- De la comunicación a las prácticas culturales. El "modelo de la comunicación" impide vislumbrar las articulaciones, dinámi­cas y prácticas sociales que no se agotan en lo comunicativo y, que sin embargo, constituyen su soporte. Es pues necesario, estudiar los medios de comunicación masiva desde la cultura y en el devenir cotidiano. » (Lozano, p.52)



LOZANO, Elizabeth: Del sujeto cautivo a los consumidores nomádicos. En: Guillermo Sunkel (coord.): El consumo cultural en América Latina. Santafé de Bogotá, Editorial Convenio Andrés Bello, 1999

SARLO, Beatriz: Escenas de la vida postmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Bs. Aires, Editorial Ariel, 1997.


TERRERO, Patricia: Ocio, prácticas y consumos culturales. Aproximación a un estudio en la sociedad mediatizada. En: Guillermo Sunkel (coord.): El consumo cultural en América Latina. Santafé de Bogotá, Editorial Convenio Andrés Bello, 1999

VALDÉS, Adriana: Los “centros”, las “periferias” y la mirada del otro; Las licencias del entremedio ; Aquello que todavía llamamos cultura En: Composición de lugar. Escritos sobre cultura. Santiago, Editorial Universitaria, 1996

Modernización en America Latina

García Canclini ha realizado una : «La hipótesis más reiterada en la literatura sobre la modernidad latinoamericana puede resumirse así: hemos tenido un modernismo exuberante con una modernización deficiente.»[1]. Su lectura de la Modernidad en Latinoamérica apunta al hecho de ser des-cubiertos por naciones europeas sumamente pobres y con una religiosidad dogmática católica tal que dificultaba el desarrollo de la Modernidad incluso dentro de sus fronteras. No es en ningún caso anecdótico el que la Modernidad comenzara a desarrollarse en Latinoamérica sólo a comienzos del siglo XIX, durante el período de constitución e independencia de los estados-nación latinoamericanos, siendo que la Modernidad europea comienza en el siglo XVII. García Canclini ahondará en sus investigaciones, señalando que la modernización llega hasta Latinoamérica a manera de oleadas esporádicas, no desarrollándose como un proceso sistemático. Así, la oligarquía progresista a principios del siglo XX, el capitalismo en los años 20-30 y la industrialización en los años 40 habrían permeado a Latinoamérica frente al Modernismo.[2]

Como es posible apreciar, el Iluminismo que llega hasta Latinoamérica lo hace sólo en función de las necesidades de grupos de capital, razón por la cual es posible indicar que, aún cuando el Modernismo no entrara de lleno en Latinoamérica, el capitalismo sí consigue penetrar en el continente. Si bien persiste la necesidad de conocimiento, esta necesidad está enfocada hacia el propio capital y ya no en el interés por la razón, la deducción y la invención. Está orientado al desarrollo de nuevas posibilidades de producción económica, siendo el conocimiento una herramienta y un bien propio del mercado. Para ello, la tecnología rápidamente desarrolló nuevas herramientas que permitiesen la interconexión constante entre diversos puntos del planeta. Mantener redes de información de funcionamiento rápido y fácil acceso[3], donde el carácter emancipatorio de los hombres se encuentra en el consumo, la libertad del control remoto, la libertad de consumir.



[1] «[En el mismo párrafo] (…) Puesto que fuimos colonizados por las naciones europeas más atrasadas, sometidos a contrarreformas y otros movimientos antimodernos, sólo con la independencia pudimos iniciar la actualización de nuestros países (Canclini: 2001, p.81) Si bien, en un primer acercamiento, se tendría a calificar a la conquista como primer movimiento moderno dado el intento de eliminar lo barbárico a través de la civilización, este proceso no debe confundir occidentalización con modernización. Puede haber occidentalización sin movimiento modernizador. Esto se puede ver, por dar un ejemplo más actual, en la ocupación de Irak.


[2] Larraín señala que en los años 50 una nueva oleada: « Bajo la influencia de la sociología norteamericana y los trabajos de la Cepal, los países latinoamericanos esperaban modernizar sus sociedades, desarrollando sus mercados internos y apoyando desde el estado programas de industrialización.
La idea de desarrollo, de sociedades en transición a la modernidad mediante el cambio acelerado, era crucial.» (pp.167-168). Otra para los años 60-70 a cargo del renovado espíritu marxista « La desilusión con los resultados de los procesos de industrializa­ción sustitutiva, la falta de crecimiento económico sostenido y el número creciente de contradicciones que aparecían como consecuencia de la pobreza que aquejaba a amplios sectores de la población, dieron lugar a una crítica poderosa del siste­ma capitalista que se consideraba incapaz de producir desa­rrollo económico en las condiciones de la periferia.» (p.168), y, en los 80, una oleada más, a cargo ahora del capitalismo consolidado privatizador «y el colapso de los sueños socialistas. El fracaso del experimento socialista chileno y el agotamiento de otras experiencias popu­listas de izquierda precipitaron una ola de dictaduras militares que cambiaron rápida y radicalmente la dirección de las polí­ticas económicas, abriendo los países del área a la inversión y al consumo de bienes extranjeros.». (p.168)

[3] Martín Barbero señala que «Mientras en nuestra sociedad el tiempo productivo, el valorado por el capital, es el tiempo que “corre” y que se mide, el otro, del que está hecha la cotidianidad, es un tiempo repetitivo, que comienza y acaba para recomenzar, un tiempo hecho no de unidades contables sino de fragmentos ¿Y la matriz cultural del tiempo que organiza la televisión no es acaso esa: la de la repetición y el fragmento? ¿Y no es insertándose en el tiempo del ritual y la rutina como la televisión inscribe la cotidianidad en el mercado? El tiempo en que organiza su programación la televisión contiene a la vez la forma de la rentabilidad y del palimpsesto, de un entramado de géneros. Cada programa o, mejor, cada texto televisivo, remite su sentido al cruce de los géneros y los tiempos. En cuánto género pertenece a una familia de textos que se replican y reenvían unos a otros desde los diversos horarios del día y la semana. En cuanto tiempo “ocupado”, cada texto remite a la secuencia horaria de lo que le antecede y le sigue o a lo que aparece en e palimpsesto otros días a la misma hora. Mirado desde la televisión el tiempo del ocio cubre y devela la forma del tiempo del trabajo: la del fragmento y la serie. Decía Foucault que “el poder se articula directamente sobre el tiempo». Porque es en él donde se hace más visible el movimiento de unificación que atraviesa la diversidad de lo social. Así, el tiempo de la serie habla el idioma del sistema productivo –el de estandarización– pero bajo él pueden oírse también otros idiomas: el del cuento popular y la canción con estribillo y el relato de aventura, aquella serialidad, según B. Sarlo, “propia de una estética donde el reconocimiento funda una parte importante del placer y es, en consecuencia, norma de valores de los bienes simbólicos”. Y aún más, aquel sensorium que, según Benjamín, hace posible la experiencia cultural del nuevo público que nace con las masas. Podría hablarse entonces de una estética de la repetición que, trabajando la variación de un idéntico o la identidad de varios diversos, “conjuga la discontinuidad del tiempo del relato con la continuidad del tiempo relatado”: aquel sentimiento de duración que inauguró el folletín del siglo XIX permitiendo al lector popular hacer tránsito entre el cuento y la novela sin perderse. La serie y los géneros hacer ahora la mediación entre el tiempo del capital y el tiempo de la cotidianidad.» (Martin Barbero, p.8-9)